En un deporte en el que con frecuencia se baten récords establecidos hace décadas, quizás parezca insensato afirmar que un logro jamás será igualado. Pero hay una hazaña que podemos decir con confianza que nunca volveremos a presenciar. Sucedió hace exactamente 60 años, el domingo 15 de septiembre de 1963, cuando Felipe, Mateo y Jesús Rojas Alou de los Gigantes de San Francisco conformaron lo que fue el primer — y hasta el día de hoy, el único – trío de jardineros integrado por tres hermanos en la historia de Grandes Ligas.
Felipe, quien empezó el partido en el jardín derecho, fue el único Alou en el orden titular del manager Alvin Dark contra los Piratas en el Forbes Field de Pittsburgh aquel domingo. Según un artículo publicado en el San Francisco Examiner, cuando Jesús hizo su debut en las Grandes Ligas cinco días antes, Dark declaró que esperaría a tener una ventaja de 10 carreras en algún momento para poner a los tres hermanos juntos en los jardines al mismo tiempo. Su plan, dijo, era poner a Felipe, quien con 28 años era el mayor, en el central, con Mateo, de 24 años, y Jesús, de 21, a su lado en los jardines izquierdo y derecho.
Sin embargo, los Gigantes tenían una ventaja más modesta de 8-3 sobre los Piratas en la parte baja del séptimo episodio aquel 15 de septiembre cuando Dark trasladó a Felipe al jardín derecho, sacando al futuro Salón de la Fama Willie McCovey del partido, y colocó a Jesús en el derecho. Luego de que los Gigantes ampliaran su ventaja a 12-3 en la parte alta del octavo, Dark movió a Felipe al jardín derecho – desplazando a otro futuro Salón de la Fama, Willie Mays – y puso a Mateo en el bosque izquierdo.
San Francisco disputó los últimos dos capítulos con unos jardines conformados por los tres Alou.
En el jardín central por los Piratas ese día se encontraba Manny Mota, quien en 1962 se convirtió en el 11er jugador dominicano en las Mayores cuando debutó con Pittsburgh. Mota cataloga como “un honor grandísimo, un gran privilegio” haber sido testigo de aquella configuración histórica.
“Para mí, Mateo y Jesús, eran como hermanos, personas que siempre he admirado, al igual que Felipe”, expresó vía telefónica Mota, de 85 años. “Así que me dio mucho orgullo verlos jugar juntos. Me llenó de mucha alegría y mucha satisfacción haber tenido esa oportunidad tan brillante”.
Aunque fue un momento histórico en Grandes Ligas, para Felipe, Mateo y Jesús no fue de gran significancia, ya que habían patrullado juntos los jardines en su país por los Leones del Escogido.
“Nosotros habíamos jugado muchísimos años con el Escogido juntos. Para nosotros no fue grande”, manifestó Felipe, de 87 años, vía telefónica desde su hogar en Boynton Beach, Florida.
Un reportaje de The Associated Press publicado en los periódicos al día siguiente mencionó esto: “Agregando una nota al pie de la historia del béisbol, los hermanos Alou cubrieron los jardines”.
Aunque el partido no tuvo trascendencia en la tabla de posiciones – los Gigantes comenzaron aquella jornada en el cuarto lugar en la Liga Nacional con un déficit de 11.0 juegos – 60 años después, está claro que Felipe, Mateo y Jesús Alou fueron mucho más que una nota de pie.
‘Una historia singular’
En lugar de ello, Felipe, el mayor de los hijos, tenía planes de estudiar medicina con el apoyo económico de un tío materno que era capitán en el ejército dominicano. Como deportista universitario, Felipe se destacaba en el atletismo y fue elegido para la selección nacional mientras estaba matriculado en la Universidad Autónoma de de Santo Domingo (UASD). Así fue como representó a su país en los Juegos Panamericanos de 1955 en la Ciudad de México.
Felipe fue a correr sprints y a tirar la jabalina. Pero cuando la selección de béisbol dominicana castigó a un jugador y lo envió a casa, a Felipe se le pidió que cambiara de deporte. En el último partido del torneo contra una escuadra de EE.UU., el futuro ligamayorista conectó cuatro hits y la República Dominicana capturó la medalla de oro.
La actuación de Felipe llamó la atención de un buscatalentos de los Gigantes de Nueva York llamado Horacio Martínez, un torpedero dominicano que había jugado por los New York Cubans de la Ligas Negras, equipo que le pertenecía al futuro ejecutivo Salón de Fama Alex Pompez. En 1955, Pompez trabajaba como scout para los Gigantes. Martínez era el director de deportes en la UASD, a la vez que evaluaba talento para Pompez.
Siguiendo la recomendación de Martínez, Pompez firmó a Felipe, quien se proyectaba como jardinero por el fuerte brazo que había desarrollado tirando la jabalina. Gracias a los esfuerzos de Martínez, Pompez y otro de los primeros buscatalentos en Latinoamérica, Frank Genovese, los Gigantes luego firmarían a Mateo y a Jesús, al igual que a otros pioneros dominicanos como Mota y el lanzador Juan Marichal, compañero de equipo de los hermanos Alou en los Gigantes y que en 1983 se convirtió en el primer dominicano exaltado al Salón de la Fama.
A regañadientes, José y Virginia le dieron a Felipe permiso de firmar con los Gigantes. Y el hecho de que necesitaba generar ingresos para su familia lo antes posible llevó a Felipe a aceptar la oferta y embarcar en una travesía que nadie más había intentado.
Un camino no recorrido
Dada la gran presencia dominicana en las Mayores hoy – hubo 104 jugadores dominicanos en los rosters del Día Inaugural – cuesta imaginar una época en la que al deporte faltaba talento dominicano. Pero ése era el caso cuando Felipe Rojas Alou comenzó su carrera de liga menor en 1956 con los Gigantes de Lake Charles, sucursal Clase-C del equipo en la Liga Evangeline en el estado de Louisiana. Osvaldo Virgil, el primer jugador dominicano en Grandes Ligas, no haría su debut en las Mayores hasta septiembre de ese año.
Uno de los muchos giros del destino que hacen tan increíble aquellos jardines conformados por tres hermanos es lo “enormemente cerca,” para usar sus propias palabras, que estuvo Felipe de regresar a su país y olvidarse de jugar béisbol de Grandes Ligas.
Se debe a que, además de verse en un país extranjero donde no hablaba el idioma principal, como jugador de liga menor en el sur de EE.UU. en la década de 1950, Felipe tuvo que sufrir las humillaciones de la segregación. Como muchos afroamericanos y afrolatinos de la época, como hijo de una madre de raza blanca y un padre de raza negra, no podía comer con sus compañeros de equipo blancos en restaurantes ni entrar a los estadios por las mismas puertas.
Felipe no estuvo en Lake Charles mucho tiempo; las leyes de Louisiana prohibían que los jugadores de raza negra participaran en la Liga Evangeline. Entonces, después de apenas cinco juegos con Lake Charles, Felipe se vio viajando en autobús durante tres días a Cocoa, en la Florida, para unirse a la sucursal Clase-D del club. El equipo ya había pagado su viaje de regreso a la República Dominicana, por lo que a Felipe le pasó por la mente seguir hacia Miami y tomar un vuelo a su casa.
“Yo pude haberme ido a mi casa y no regresar jamás”, dijo Felipe. “Pero no quería hacer quedar mal a Horacio Martínez y había la pobreza en casa”.
El hijo de Felipe, el actual coach de la tercera base de los Yankees y exmanager de los Mets, Luis Rojas, tiene presentes las adversidades que enfrentó su padre.
“Muchos de nosotros, los instructores de estos tiempos, jugadores de estos tiempos, ya tenemos un poquito de base con el segundo idioma y ya conocemos la cultura un poquito más”, dijo Luis. “Pero en esos tiempos, yo siempre me he puesto a pensar en él viajando solo, sin la posibilidad de encontrar direcciones o comunicarse como lo hay en estos tiempos, él se pudo haber manejado y pudo sentirse cómodo para enseñar su talento, porque puede incluso privar tu talento”.
Injusticia y activismo
Con cuatro letras, incluyendo tres vocales, A-L-O-U es una respuesta recurrente en el crucigrama del diario New York Times, ya que ha aparecido en más de 250 ocasiones en referencia a pistas como “Cualquiera de tres hermanos de Grandes Ligas” o “Felipe, Matty, Jesús o Moisés del béisbol”. Moisés, por supuesto, es el hijo de Felipe y exjardinero de Grandes Ligas, Moisés Alou.
En algún momento, un funcionario de ligas menores que presuntamente desconocía las costumbres latinoamericanas con respecto a los nombres y apellidos, confundió el apellido materno, Alou, por el apellido paterno. Así es como Felipe terminó con una camiseta que decía “Alou” en lugar de Rojas. (Hasta el día de hoy, Alou suele pronunciarse de manera equivocada en EE.UU. como “AL-UU” en lugar de la pronunciación correcta “AL-OU”.)
Debido a que todavía no dominaba el inglés y que no había quien le sirviera de intérprete, Felipe no pudo hacer nada para corregir el error. Así se quedó. Luego, cuando comenzaron sus propias carreras beisboleras, Mateo y Jesús también optaron por llevar el apellido Alou en EE.UU., para ser asociados con Felipe.
Felipe hizo su debut en las Mayores con los Gigantes el 8 de junio de 1958, convirtiéndose en apenas el segundo jugador dominicano en jugar en las Ligas Americana/Nacional. (Virgil se mudó a la ciudad de Nueva York siendo niño y fue firmado al salir de la escuela secundaria.)
Mateo se unió a su hermano mayor en San Francisco dos años después, en 1960. Jesús disputaba apenas su sexto partido en Grandes Ligas cuando fue parte de los jardines históricos de tres hermanos el 15 de septiembre de 1963.
Adrián Burgos Jr., profesor de historia en la Universidad de Illinois y autor de los libros “Playing America’s Game: Baseball, Latinos, and the Color Line” y “Cuban Star”, una biografía de Pompez, señala que la hazaña de los Alou es más llamativa aun cuando es ponderada en el contexto de la historia estadounidense y latinoamericana.
Además del racismo, el prejuicio y la xenofobia que enfrentó la primera ola de jugadores dominicanos en Estados Unidos, los primeros años de la década de 1960 también fueron una época política y socialmente turbulenta en la República Dominicana, con el asesinado del dictador Rafael Trujillo en 1961. Eso fue seguido por un golpe de estado militar y una invasión de EE.UU.
“La historia de los hermanos Alou es verdaderamente única en la historia del béisbol”, señaló Burgos Jr. “Debemos entender todas las cosas que rodeaban ese momento, histórica y socialmente, y cómo a pesar de todo lograron triunfar”.
Las injusticias no terminaron en San Francisco; en su autobiografía, “Alou: My Baseball Journey”, publicada en el 2018, Felipe cuenta cómo en un momento, antes de que Jesús llegara a las Mayores, Dark – el mismo manager que luego decidiría por los jardines de los tres hermanos – les prohibió que él y otros jugadores latinoamericanos, incluyendo a Mateo, Marichal y el inicialista puertorriqueño Orlando «Peruchín» Cepeda, hablaran español en el clubhouse, un mandato que desafiaron.
Y previo a la temporada de 1963, Felipe recibió una multa de $250 de parte del Comisionado de Grandes Ligas, Ford Frick, por jugar en un partido en la República Dominicana en el que un equipo de jugadores locales se enfrentó a uno de jugadores cubanos que vivían en EE.UU. La experiencia llevó a Felipe a escribir un ensayo con el periodista Arnold Hano titulado “Latin American Players Need a Bill of Rights,” (Los jugadores latinoamericanos necesitan una declaración de derechos), que apareció en una edición de la revista Sport en 1963.
En ese artículo, Felipe explicó la presión que sentía de participar en ese juego, porque se lo había pedido la junta militar que gobernaba su país en ese momento, y también su necesidad de suplementar sus ingresos durante el invierno. Los jugadores de Latinoamérica, argumento, necesitaban a alguien dentro de la liga que velara por sus intereses. Debido a eso, la oficina del Comisionado contrató al ejecutivo cubano Roberto “Bobby” Maduro en 1965 como “coordinador de béisbol interamericano”.
“[Felipe] fue insistente en que las Grandes Ligas necesitaban comprender las circunstancias de los dominicanos, latinos y jugadores latinoamericanos”, dijo Burgos.
Caminos separados
El 15 de septiembre de 1963 no fue la primera vez que los hermanos Alou hicieron historia en las Grandes Ligas. Cuatro días antes, el 10 de septiembre, se convirtieron en el primer trío de hermanos en aparecer en una alineación de las Mayores al mismo tiempo, aunque no jugaron juntos en los jardines. Felipe fue titular en el jardín derecho, y Mateo y Jesús entraron como bateadores emergentes en la octava entrada.
Y el 15 de septiembre de 1963 no fue la única vez que Felipe, Mateo y Jesús Alou defendieron los jardines al mismo tiempo con los Gigantes. Lo volvieron a hacer el 17 de septiembre y el 22 de ese año, aunque nunca fueron guardabosques titulares en el mismo juego.
“Era muy difícil que eso pudiera suceder”, dijo Virgil, de 91 años. “Una gran hazaña para los jugadores dominicanos”.
Su tiempo como compañeros de equipo fue breve: Los Gigantes cambiaron a Felipe a los Bravos de Milwaukee el 3 de diciembre de 1963, como parte de un traspaso de siete jugadores. Felipe sería el más exitoso de los hermanos, ya que bateó .286 en 17 temporadas de Grandes Ligas con 206 jonrones y 852 carreras impulsadas, y fue convocado a tres Juegos de Estrellas.
Mateo militó en los Gigantes hasta que fue cambiado a los Piratas en diciembre de 1965. En 1966, Mateo bateó .342 para ganar el título de bateo de la Liga Nacional, terminando 15 puntos por delante de Felipe. Es la única vez en la historia de las Grandes Ligas en que dos hermanos terminaron primero y segundo en una lucha por el título de bateo.
Jesús firmó en un principio con los Gigantes como lanzador, pero fue convertido en un jardinero al igual que sus hermanos después de una lesión en el brazo. Jugó por San Francisco de 1963 a 1968. También vistió los uniformes de los Astros, los Mets y los Atléticos durante sus 15 temporadas en las Grandes Ligas y ganó dos Series Mundiales consecutivas en 1973 y 1974 con Oakland.
Los hermanos Alou sumaron un total de 5,094 hits en las Grandes Ligas, la cifra más alta de cualquier trío de hermanos. El siguiente grupo en la lista, Vince, Joe y Dom DiMaggio, tuvo 4,853.
Felipe hizo historia nuevamente en 1992 al convertirse en el primer mánager de Grandes Ligas nacido en la República Dominicana cuando asumió el cargo con los Expos de Montreal, equipo que dirigió hasta el 2001. Luego fue timonel de los Gigantes de 2003 a 2006 y concluyó su carrera como dirigente con un récord de 1,033 victorias y 1,021 derrotas. Junto a Frank Robinson y Joe Torre, es uno de los tres hombres en la historia de las Mayores que han logrado al menos 2,000 hits y 200 cuadrangulares como jugadores, y 1,000 victorias como piloto. Además, en 1994, Felipe se convirtió en el primer capataz de origen latinoamericano en ser nombrado Mánager del Año.
“Para una persona joven como yo, creciendo en los años 60, como un niño, [los hermanos Alou] crearon una imagen de esperanza de que uno podía hacer eso”, expresó el ejecutivo dominicano Omar Minaya, quien en el 2002 hizo historia al convertirse en el primer gerente general latinoamericano en la historia de las Mayores cuando fue contratado por los Expos. Luego desempeñó ese cargo con los Mets, y en la actualidad forma parte de la gerencia de los Yankees como asesor de operaciones de béisbol.
Agregó, “Cuando pienso en ellos, pienso en la realeza”.
Un legado duradero
Hasta la fecha, 893 jugadores dominicanos se han uniformado en las Grandes Ligas. El más reciente, el jardinero de los Cachorros Alexander Canario, hizo su debut el 6 de septiembre.
Hoy en día, la República Dominicana es una importante fuente de talento para las Mayores, por lo que cada uno de los 30 clubes mantiene una academia en el país. Pero cuando la primera ola de jugadores dominicanos firmó en los años 1950 – los hermanos Alou, Marichal, Mota y Julian Javier, entre otros – su éxito no era algo seguro.
“Todo estaba muy indefinido. Desde la perspectiva histórica del presente, suele que, ‘Por supuesto que íbamos a tener una fuente de talento de la República Dominicana’”, señaló Burgos. “Pero así no funciona la historia. … las personas tuvieron que vivir la experiencia, tuvieron que pasar por los desafíos y superarlos, para que esto sucediera”.
Y los hermanos Rojas Alou también establecieron una dinastía beisbolera. El cañonero Moises Alou fue convocado a seis Juegos de Estrellas y bateó .303 con 332 vuelacercas en 17 temporadas entre 1990 al 2008. Melquídades Rojas, sobrino de Felipe, Mateo y Jesús, fue un relevista en los años 90 que lanzó por los Expos (con Felipe al mando), Cachorros, Mets, Dodgers y Tigres. Su hijo, Mel Rojas Jr., fue el Jugador Más Valioso de la Liga Coreana de Béisbol en el 2020.
Ahora es Luis Rojas quien lleva la antorcha.
“Orgullo, mucho orgullo, sabiendo que él abrió puertas no solamente directamente como su hijo, sino para muchos jugadores e instructores”, dijo Rojas. “Lo cargo con mucho orgullo sabiendo el legado de la familia, sabiendo la historia de la familia, y al mismo tiempo un sentido de responsabilidad, sabiendo del prestigio que tuvo la familia dentro y fuera del terreno, representando el país, representando la cultura dominicana”
60 años después
Al caer el 60 aniversario del momento histórico que protagonizó con sus hermanos, Felipe Alou reflexionó sobre lo poco probable que es que las condiciones que produjeron ese suceso histórico en los jardines se repitan.
“Tienes que tener tres hijos varones, para comenzar,” señaló. “Y tres hijos que juegen béisbol. Y tres hijos que tengan calidad para jugar en Grandes Ligas. Pero no sólo eso, sino con el mismo equipo. Todas esas cosas están en contra de que ese récord se iguale”.
También destaca el hecho de que Mays estuvo dispuesto a salir del partido aquel 15 de septiembre de 1963, lo que hizo posible el momento histórico. “Sé que Willie Mays gozó”, dijo Felipe. “Fue un gran gesto de él”.
Felipe expresó tristeza también de observar el aniversario sin sus hermanos: Mateo falleció en el 2011 a sus 72 años y Jesús en marzo de este año a sus 80. “Me hubiese gustado que en esos 60 años estuviéramos juntos como estuvimos aquella vez”, expresó Felipe.
En agosto de 1975, como integrante de los Mets, Jesús hizo eco del sentimiento de su hermano mayor de que jugar juntos en los jardines no había sido gran cosa para el trío. Se le cita en el New York Times diciendo lo siguiente: “No llamamos a casa ni nada. A fin de cuentas, jugábamos juntos todo el tiempo en el béisbol invernal del Caribe”.
Sin embargo, seis décadas de béisbol han cambiado la manera en que Felipe percibe el histórico momento: “Hoy es grandísimo, y se ha ido agrandado con la historia”.
Fuente: LasMayores.com