Washington. Si lo importante era el gesto, el plan de la Casa Blanca para cerrar Guantánamo es entonces un éxito. Barack Obama compareció este martes para declarar su firme compromiso de clausurar Guantánamo porque su existencia es contraria a los valores americanos, perjudica a la seguridad nacional y es caro. “Se trata de cerrar un capítulo de nuestra historia”, dijo el presidente, que calificó la decisión como un reflejo de “las lecciones que hemos aprendido del 11 de Septiembre”.
Hermosa retórica para coronar lo que parece que quedará en eso, en un simple gesto. Porque siguiendo la jerga de emergencias hospitalarias, el Congreso declaró el plan D.O.A. (Death On Arrival, muerto al llegar). Ni siquiera había comenzado el presidente su alocución en la Casa Blanca cuando se le anticipó desde el Capitolio el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, para declarar el proyecto cadáver. “Bajo la ley actual sería ilegal transferir prisioneros de Guantánamo a territorio estadounidense”, sentenció el senador de Kentucky.
Incluso John McCain, que ha sido uno de los pocos republicanos que en el pasado ha expresado su deseo de echar el cierre a Guantánamo, decía que el plan de Obama redactado por el Pentágono no tenía en cuenta “cuestiones importantes” y solo estaba diseñado para “pasar el muerto” al Congreso.
De poco o nada sirvió que Obama recurriese a su predecesor en el cargo, George W. Bush, para apoyar su argumento del cierre diciendo que el hombre que diseñó la arquitectura en torno a Guantánamo (detenciones sin cargos, comisiones militares, territorio extranjero para burlar la ley norteamericana) también deseaba su clausura en sus días finales de presidencia.
Nunca tanto como hoy ha sido Obama un lame duck, un pato cojo, un presidente sin capacidad alguna de maniobra. De los cuatro puntos que Obama expuso para cerrar Guantánamo, el cuarto daba la puntilla a todo el plan: Negociar con el Congreso un lugar seguro en Estados Unidos para los detenidos que no puedan ser transferidos a terceros países. No va a suceder. Este Congreso no va a trabajar con Obama. Los últimos siete años son prueba de ello.
Los otros tres puntos se resumen en: 1) transferir a terceros países a 35 de los 91 detenidos que existen hoy en el centro de detención de Guantánamo; 2) acelerar las revisiones que de forma periódica se hacen sobre el resto de los reos para saber si sigue siendo necesario su confinamiento o pueden ser liberados; y 3) aplicar “todas las herramientas legales” disponibles para aclarar el destino de aquellos presos que tienen la etiqueta de “detenidos de guerra”.
“El presidente Bush dijo que quería cerrar Guantánamo a pesar de todo lo que había invertido” en su apertura, insistió Obama, que recordó que no lo hizo y le dejó el penal en herencia. “No quiero trasladar el problema [de Guantánamo] al siguiente presidente, no importa quién sea”, aseguró Obama, que añadió haber estado los últimos siete años, desde su llegada a la Casa Blanca, trabajando para tratar de cerrar Guantánamo. En este punto, el mandatario prometió seguir haciéndolo hasta que concluya su mandato, el 20 de enero de 2017. “Si no resolvemos esto ahora, ¿cuándo?”, se preguntó Obama. “¿Vamos a prolongar esto otros 15, 20, 30 años?”, siguió el presidente, que garantizó que si no se cierra Guantánamo ahora, las futuras generaciones se preguntarán por qué se fracasó y no se hizo lo que era correcto.
Respecto a los lugares que la Administración contempla para albergar en Estados Unidos a los presos transferidos, Obama no aportó ningún dato. La propuesta del Pentágono tienen en cuenta 13 localizaciones diferentes, entre ellas prisiones de máxima seguridad, como la de Colorado, o prisiones militares, como la de Fort Leavenworth en Kansas o una base militar en Carolina del Sur.
Si la mancha que Guantánamo supone para la historia de los derechos humanos de EEUU no servía como argumento para su cierre, ni tampoco valía que perjudica a la seguridad nacional porque se usa como herramienta de reclutamiento yihadista, la Casa Blanca atacó el flanco fiscal recordando a los contribuyentes que se podría ahorrar mucho dinero si se clausurase el penal. “El Departamento de Defensa estima que este plan, comparado con mantener abierto Guantánamo, rebajaría los costes en 85 millones cada año. En los próximos diez años, se ahorrarían 300 millones. Al cabo de 20 años, el ahorro habría ascendido a 1.700 millones”, expuso Obama.
“En otras palabras”, dijo el presidente, “podemos garantizar nuestra seguridad, mantener nuestros principales valores alrededor del mundo y, en el proceso, ahorrar un montón de dinero al contribuyente norteamericano”. Si no es por los valores morales, sea por los económicos.